La soledad está en el origen y argumento de innumerables textos literarios y, a la vez, la literatura es un magnífico remedio para combatir la soledad. Paradójico, ¿verdad?
La escritora neoyorquina Nicole Krauss definió recientemente a la literatura como un arma formidable contra la soledad. Por su parte, C.S Lewis distinguía la literatura de otras artes porque decía que solo ella «permite curar la herida de la soledad sin destruir el privilegio de la individualidad”.
De hecho, la mayoría de quienes escriben son también grandes aficionados/as a la lectura, y reconocen que la soledad les ha sido de gran utilidad, si no absolutamente necesaria para la creación de sus obras, y a su vez, cada vez que han sentido que la soledad les pellizcaba, recurrían a la botica de su biblioteca para aliviarse.
Narrativa, poesía, ensayos, drama… La soledad ha sido siempre un lugar común para la historia de la literatura. Títulos como los siguientes son algunos de los recomendados como grandes obras para reflexionar sobre la soledad, cómo abordar sus causas, cómo relativizarla o cómo aliviar sus consecuencias. En fin, cómo mirarla cara a cara y reconocerla para ser capaces de disfrutarla cuando nos sea necesaria y conveniente, y de evitarla o aplacarla si comienza a sernos incómoda o perjudicial.
– Mi año de descanso y relajación, Ottessa Moshfegh
– Sagitario, Natalia Ginzburg
– Las gratitudes, Delphine de Vigan
– La mujer helada, Annie Ernaux
– El principito, Antoine de Saint Exupéry
– La habitación vacía, Emily White
– Los anillos de Saturno, W.G. Sebald
– Cuentos orientales, Margarite Yourcenar
– Quince miradas a la soledad, Varios Autores
– El extranjero, Albert Camus
Pensadores/as y autores/as suelen estar de acuerdo en que la soledad tiene dos caras bien diferentes. Por un lado, nos hace conscientes de nuestra unicidad, intimidad y libertad, pero por otro lado, la sociedad actual nos arroja a una suerte de incomprensión pública, donde a la persona solitaria se la considera extraña, con cierta dosis de culpabilidad sobre su estado, y nos solemos preguntar: “¿Por qué será? ¿Qué habrá hecho? ¿Qué habrá dejado de hacer? Y también empezamos a conjeturar: “Será por su forma de ser, o porque le gusta, porque si no haría otras cosas”.
También coinciden en una duda razonable: si el ser humano es un ser social por esencia, y la humanidad implica la solidaridad y la empatía.
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