Conversaciones con Dominga

ENTREVISTA:

Elisabeth Justicia nos habla de su personaje más popular

Los pensamientos de Dominga a veces son agridulces, otras veces esperanzadores, pero todos nos hacen tomar conciencia de cómo tratamos -o dejamos de tratar-, a las personas mayores. Este personaje de la ilustradora Elisabeth Justicia nos deleita en redes sociales y en su propio libro con mensajes llenos de ternura, humor y preocupación social. Este mes hemos podido hablar con ella de las soledades y sus causas y consecuencias a través de una mujer mayor que habla consigo misma.

¡Qué alegría conocerte, Elisabeth! Gracias por compartir este tiempo de conversación y reflexión sobre la soledad.

Gracias por darnos voz, a mí y a Dominga. Estoy encantada de colaborar.

Eres ilustradora, diseñadora, integradora social, comunicadora… y una nieta muy empática. Seguro que tu abuela no puede estar más orgullosa. En las grandes ciudades no es muy habitual que las personas jóvenes compartan vivienda y vida con las personas mayores, como en tu caso.

Hoy en día ya no vivo con ella, pero sí me fui a los 15 años a su casa, después de años de infancia de una relación muy estrecha. Así que además de la relación de nieta y abuela, a partir de ese momento, fuimos compañeras de piso y amigas. Ya desde mi adolescencia entendí la importancia de tener una escucha activa y un respeto hacia las personas mayores. Me di cuenta, conforme crecía, que esa generación es la que consiguió el estado del bienestar y las mejoras de las que estamos disfrutando y, sin embargo, parece que la estamos invisibilizando y olvidando. La sociedad, medios, publicidad, la tecnología… todo está muy enfocado a las personas jóvenes, a las nuevas generaciones. Para mí es un gran error.

Yo tuve la suerte de crecer y construirme en base a los principios y valores de mi abuela, así que cuando llego a la edad adulta me doy cuenta de que soy quien soy gracias a ella. No puedo hacer otra cosa que expresar lo que aprendí de ella. Es lo más valioso que tengo. Puedo tener una carrera en Bellas Artes, formación en diseño gráfico, en integración social, pero para mí lo más importante fueron sus enseñanzas. Incluso cuando me iba al extranjero por temporadas para estudiar, cada día hablaba con ella. Poníamos el “manos libres” y nos podíamos pasar una hora hablando. Era la primera persona a la que tenía ganas de contarle lo que me hubiera pasado en clase, en el trabajo. Compartíamos series, películas, novelas… Era mi mejor amiga.

Antonia, tu abuela, fue tu inspiración para la creación del personaje, ¿cómo te animaste a comenzar a dibujarla?

Hago otro tipo de ilustración, infantil o retrato más elaborado…, pero llegó el momento en que me apeteció hacer un dibujo más rápido, donde contar cosas para la velocidad de las redes sociales, en las que cada pieza se consume en pocos segundos. Así que quise hacer algo muy claro y sencillo, y que no me llevase mucho tiempo de ejecución. Algo que me permitiese hablar de lo que yo quisiera, de lo que había aprendido y bebido de ella, pero a través de su personaje, para no exponerme tanto.

¿Y por qué Dominga?

Comencé después del confinamiento. Durante la pandemia había hecho otros “dibujos confinados” donde conté cómo me sentía, como en aquel dibujo que decía: “Tengo los abrazos llenos de ganas”. Me habitué a hacer una viñeta al día sobre lo que me pasaba, pero me apeteció contarlo desde la perspectiva de una mujer mayor porque soy consciente de la poca visibilidad que tienen las mujeres mayores. Cuando hablamos de soledad, de miedo, nos damos cuenta de que nos pasa igual a ella y a mí. Y eso que nos llevamos casi 60 años.  Al hacer a Dominga me di cuenta de que se parecía, tanto físicamente como en sus opiniones. Cada cosa que diga o afirme o cada posición ante cualquier tema que aborde Dominga, sé que mi abuela está de acuerdo. Y eso me influye de tal manera, ahora que Dominga tiene más repercusión, que sé con qué entidades o marcas puedo colaborar o no, porque no quiero prostituirla. Me sentiría mal, porque sé que hay cosas que mi abuela nunca diría, y lugares donde nunca se posicionaría. No puedo traicionarla. El 90% de los sitios donde os encontréis a Dominga, será en lo social: campañas contra el edadismo, por la visibilización de las mujeres mayores, soledad no deseada, etc…, para conseguir un poco de cambio.

Las ilustraciones nos recuerdan a Quino y su maravillosa Mafalda. ¿Te inspiró en algo? ¿Dominga conseguirá hacer pandilla también?

Figúrate, que te digan que tu obra te recuerda a Mafalda… para mí eso es un “piropazo”. Y como en Mafalda, junto a Dominga, están surgiendo otros personajes de su entorno, ampliando su universo para ilustrar también la situación de soledad en colectivos diferentes como mujeres víctimas de maltrato, personas con problemas de salud mental, gente joven o personas que viven en la calle. Dominga siempre acompaña y reflexiona, sí, un poco como Mafalda.

¿Dominga sabe de la gran soledad que se siente en las grandes ciudades, donde a menudo no conocemos ni el nombre del vecino/a de la puerta de al lado?

Hay diferentes tipos de soledad. En zonas rurales, la soledad se siente sobre todo por personas mayores que echan de menos a los hijos/as y a los nietos/as, pero en realidad, la mayoría, tiene una red de apoyo más grande que la que hay en las grandes ciudades. En el pueblo se vive más en comunidad con vecinos y vecinas que se conocen de toda la vida, o incluso con la nueva gente que llega, se relacionan de forma más abierta, más en la calle, donde se interactúa mucho más. En la ciudad, puede parecer que estamos más conectados: teléfonos, internet, transportes… y, sin embargo, la gran ciudad conlleva más estrés, más distancia, más posibilidades de hacer cosas, tantas que no nos damos cuenta de que muchas veces lo hacemos casi todo solos o solas.

¿Y los jóvenes?

En la población joven la interacción social es mucho menor, porque gran parte de su tiempo y universo está en las redes sociales online. Pero si un día se sienten mal y quieren tomarse un café o irse al cine con un amigo o amiga, les cuesta muchísimo. En la sociedad actual estamos construyendo personas solas. Ya no tenemos ese buen trato de antaño con el carnicero, porque en la ciudad cada día vamos a un supermercado diferente. Empezamos a perder vínculos, y es un error, porque somos sociales, y cada día nos quedamos más solos/as.  Da igual que vivamos en ciudades llenas de gente, o en familias numerosas. La soledad no trata de vivir con gente, trata de sentimientos. Por ejemplo, conozco a muchas viudas que viven solas y me dicen que están “tan ricamente”. Y puedes ser madre de una familia numerosa y sentir una profunda soledad. Para mí, en la gran ciudad hay mucha más soledad en todos los aspectos y generaciones que en sitios más pequeñitos.

¿De qué hablamos entonces cuando hablamos de soledad?

Para mí la soledad es una consecuencia. Se vende como una enfermedad, pero yo lo veo como un síntoma de que algo pasa. Y lo que pasa es desigualdad, un salario mediocre, una sociedad edadista, capacitista y racista. La sociedad es la que está enferma. Nos empeñamos en tratar la soledad, y quizás lo que deberíamos hacer es tratar sus causas. La soledad es solo la fiebre, no la enfermedad.

Cierto, pero, de momento, ¿cómo bajamos esa fiebre?

No se trata tanto de abordar la soledad. La gente que acude a talleres grupales o actividades, de sobra sabe lo que es, porque la están sintiendo. Lo que se trata es de poner una excusa para quedar, encontrarnos y comenzar a construir vínculos. Un espacio de escucha activa, real. Los talleres intergeneracionales son de lo más constructivos. Las personas mayores a veces se quejan de que no le llaman sus nietos/as o hijas, y entonces descubren que las personas jóvenes también echan de menos las llamadas de sus mayores. Al ponerlo en común, nos damos cuenta de la carencia enorme de empatía que tenemos. Cuando te pones a escuchar a alguien de verdad, con tiempo, seguramente te sorprenderá y comenzará a interesarte y desde ese momento dejas de tener prejuicios.

Dominga no tiene muchas amistades…

No se trata de cantidad, sino de calidad. Muchas veces, con que tengas una sola persona en la que confiar, ya te vale. ¿Y eso, cómo se hace? No hay una sola manera, pero se trata de salir, buscar actividades que sean una excusa para la conexión y para futuras amistades.

Si nos sentimos solos o solas, ¿por dónde empezamos?

La situación de cada cual es diferente. Puedes sentir soledad al una persona migrante, o ser un/a joven que no sales de la pantalla y el móvil, o porque te has quedado viuda tras un montón de años de matrimonio no igualitario donde te han alejado de tus amistades…, hay mil motivos, y puede haber mil soluciones, pero todo pasa por reconectar, encontrar a alguien que te comprenda. Aunque no todo el mundo es extrovertido. A una persona muy tímida no le vale que le digamos: “sal y hazte nuevos amigos/as, apúntate a cosas…”. Igual antes le gusta más leer, crear, pasear y quizás pueda empezar recuperando antiguas amistades. Pero para mí, lo más importante es sentirse bien con cada uno/a mismo/a, porque somos nuestro hogar. Y a partir de ahí, quizás nos sea más fácil salir, pero claro, ¿cómo se hace para sentirse bien con uno mismo/a? Pues no es fácil, pero quizás tenemos que escucharnos, descubrir nuestras carencias y trabajar en esos huecos.

¿Y cómo podemos ayudar a alguien que creamos que esté sintiendo soledad?

Lo que más tenemos que trabajar es la empatía. Sin ella, es muy difícil que podamos ayudar a abordar el tema de la soledad de una forma correcta y real. Necesitamos comprender lo que le está sucediendo, ponernos en su lugar y no banalizar tipo “sonríe, anímate”, porque eso no es realista. El mundo iría mucho mejor si fuéramos más empáticos/as y no juzgáramos tanto.

 ¿Cuál es la viñeta que más te gusta, de la que te sientes más orgullosa?

La que elegí para la portada del libro… “Mejor hablar sola que callar acompañada”, porque muestra una soledad que, aunque no haya sido elegida, ha conseguido ser disfrutada. Puede explicar un montón de cosas como, por ejemplo, el sentimiento de una persona que ha salido de un matrimonio no igualitario, que quizás podía tener miedo a una futura soledad, pero una vez llegado el momento se da cuenta de que “¡ojo, no estoy tan mal! Porque comparando… me siento mejor ahora”.

Y otra parecida que dice: “Antes tenía miedo a quedarme sola, y ahora tengo un miedo menos”, porque no siempre se pasa mal en soledad. Pero es difícil sentir siempre una soledad deseada. En el libro se tocan tres temas: la soledad, el miedo y el paso del tiempo. Y mi abuela me enseñó que la vida no siempre va a ir bien ni mal, habrá días buenos y malos y hay que aprender a sobrellevarlos. Dominga ha aprendido muchas veces a disfrutar de su soledad, pero hay días donde la soledad se le hace un mundo y así lo muestra.

Dominga es ya mucho más que una viñeta, ¿verdad?

Gracias a que le está gustando mucho a la gente, Dominga habla sola es ya un pequeño proyecto social, son talleres, colaboraciones, viñetas, el libro, es imagen de campañas con fondo social… A ver hasta dónde puede llegar.  Ya ves, una mujer mayor que dice cosas. La gente me dice que a veces se siente identificada, y otras veces le hace recordar que tiene hacer por ver y escuchar más a su persona mayor. ¡Pues qué bien! Una chica me dijo el otro día que cada vez que sacaba viñeta nueva, era como su alarma para llamar a su abuela.

Cuéntanos sobre tu libro, dónde y cómo lo podemos conseguir.

En cualquier librería, y también online, en Amazon, pero yo recomiendo cualquier librería de barrio, si puede ser. También en mi web…

www.domingahablasola.com

Gracias Elisabeth, seguimos en contacto. Un abrazo a Dominga, ¡que no deje de hablar!

Blog Octubre 2024

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