La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su comisión sobre Conexión Social (2024-2026), nos lo recuerda: “Cualquier persona, en cualquier lugar, puede sentirse sola o socialmente aislada. En todas las edades y regiones, la soledad y el aislamiento social tienen graves consecuencias para nuestra salud física, mental y el bienestar de nuestras comunidades”. Las cifras son reveladoras: “Las estimaciones mundiales actuales sugieren que 1 de cada 4 adultos mayores experimenta aislamiento social y entre el 5 y el 15 por ciento de los adolescentes experimentan soledad”. Y entre las consecuencias más preocupantes, la OMS advierte de que las personas que carecen de conexión social enfrentan un mayor riesgo de muerte prematura, ansiedad, depresión, suicidio y demencia, así como pueden aumentar el riesgo de enfermedades y accidentes cardiovasculares.
En torno al 9 de Mayo, Día de Europa, es oportuno reflexionar sobre el contenido del Dictamen que el Comité Económico y Social Europeo (CESE) ha emitido sobre la soledad no deseada, donde no solo reconoce la soledad como un problema social grave y transversal, sino que también propone líneas estratégicas claras para abordarla desde todos los niveles de gobernanza.
¿Por qué un Dictamen sobre la soledad?
La justificación principal del Dictamen es clara: la soledad no deseada es una realidad creciente que impacta negativamente en la salud física y mental de la ciudadanía europea, la cohesión social y su economía, dado que el coste de la inacción supera al de implementar políticas concretas que aborden la soledad. Más allá de un problema individual, la soledad no deseada se ha convertido en un riesgo estructural, alimentado por cambios demográficos, estilos de vida individualistas y el uso excesivo de tecnologías digitales. La pandemia de COVID-19 no hizo más que intensificar esta realidad.
Estrategias clave para afrontar la soledad
El CESE propone una aproximación integral basada en siete líneas estratégicas:
- Consolidar el conocimiento sobre la soledad: promover campañas públicas que rompan el estigma de la soledad y favorezcan una narrativa positiva sobre las relaciones sociales.
- Analizar y evaluar las intervenciones. Recogida de datos y evidencia científica: desarrollar indicadores comunes europeos para medir la soledad, incluyendo esta variable en encuestas nacionales y europeas.
- Enfoque interseccional en las intervenciones: integrar la lucha contra la soledad en todas las políticas –salud, urbanismo, educación, digitalización, transporte– desde políticas transversales.
- Abordar las causas con un enfoque preventivo: las estrategias de prevención e intervención son claves para combatir la soledad desde la infancia y la juventud.
- Sensibilizar y eliminar el estigma: promover el apoyo mutuo y la solidaridad, incluyendo la solidaridad intergeneracional, cambiando las narrativas y hablando en positivo.
- Aliviar la presión sobre los sistemas de salud: asignar recursos específicos para la preparación de estos sistemas y formación de profesionales sobre soledad.
- Movilizar apoyo financiero: una futura Garantía Europa en el próximo marco financiero europeo plurianual para estas acciones.
De la estrategia a la acción
El dictamen subraya que la acción contra la soledad debe involucrar a todos los niveles: desde la UE y los Estados miembros hasta los gobiernos locales, el tercer sector y la ciudadanía. Requiere inversión, coordinación institucional y la creación de marcos normativos y presupuestarios adecuados. Se propone incluso la creación de una Estrategia Europea contra la Soledad y la designación de una comisaría especializada.
Retos y oportunidades
Uno de los principales retos es que la soledad sigue siendo un tabú, invisibilizada o asociada únicamente a las personas mayores. Esto impide la detección temprana y el desarrollo de respuestas efectivas. Además, la digitalización –si no se gestiona con enfoque inclusivo– puede aumentar el aislamiento de ciertos grupos. Es importante garantizar que las tecnologías no aumenten la brecha social, sino que sirvan como herramientas de conexión social.
No obstante, también hay oportunidades: la soledad puede actuar como catalizador para reforzar políticas de bienestar, fomentar ciudades más habitables y humanas, y renovar los lazos sociales comunitarios. Todas las instituciones y entidades, así como las personas podemos ser agentes activos para impulsar redes de apoyo vecinal, voluntariado, programas intergeneracionales y espacios de encuentro.
¿Somos conscientes de quiénes son vulnerables ante la soledad?
La soledad no deseada puede afectar a cualquiera, pero impacta especialmente en las personas en situación de pobreza o de exclusión y particularmente a jóvenes, personas mayores, mujeres cuidadoras no remuneradas, personas con discapacidad, migrantes, personas desempleadas y personas LGTBI. También debemos prestar atención a quienes viven y/o trabajan en soledad, o personas con enfermedad crónica. Por ello, son necesarias medidas destinadas a fomentar la inclusión y la cohesión social, como las que propone Europa.
- Ampliar y diversificar las acciones e intervenciones sobre soledad más allá de las que ya se practican con las personas mayores (más del 53%, mientras que en jóvenes se reducen al 8,4% y con las personas con discapacidad al 4,3%).
- Proponer nuevas alternativas a la digitalización. Por ejemplo, se ha comprobado que tener mascotas o cuidar mascotas reduce la soledad.
- Aumentar el compromiso de los Estados en programas de soledad, ya que hasta ahora son las ONG las encargadas de la mayoría de las iniciativas.
- Combinar el trabajo en soledad de todos los sectores de la economía social, los medios de comunicación, los agentes sociales y la sociedad civil
- Creación de leyes y normativas contra la soledad con programas concretos y recursos.
Una “receta” contra la soledad
Observemos, por ejemplo, el enfoque de Dinamaca. Este país nórdico está afrontando de forma innovadora el envejecimiento y la soledad en una sociedad marcada por el individualismo. Ante el creciente número de personas mayores que viven solas, el país está promoviendo nuevas formas de convivencia como los resorts residenciales para personas mayores activas, viviendas comunitarias e incluso complejos intergeneracionales. Estas iniciativas combinan independencia con oportunidades de socialización, buscando evitar el aislamiento sin recurrir a modelos tradicionales como las residencias.
Además, Dinamarca ha lanzado un ambicioso Plan Nacional contra la Soledad con el objetivo de reducirla a la mitad para 2040. En él participan más de 100 organizaciones y se implementan estrategias en ámbitos como la vivienda, la salud, la educación y el trabajo. Una de las medidas más novedosas es la “receta social”, que permite a profesionales de la medicina, derivar a personas solas a actividades comunitarias a través de mediadores/as sociales. Esta cruzada contra la soledad responde también a factores demográficos como el envejecimiento, la viudez y el alto índice de divorcios, que contribuyen a que muchas personas enfrenten su vejez en solitario. La independencia sigue siendo un valor central, pero se reconoce cada vez más la necesidad de equilibrarla con vínculos humanos significativos.
Madrid ante el reto: una respuesta alineada con Europa
Este diagnóstico europeo también resuena profundamente en ciudades como Madrid, donde la soledad no deseada se ha identificado como un desafío emergente (el 13,8 % de las personas sufren soledad no deseada). A través del Proyecto Estratégico de la Soledad No Deseada (https://soledadnodeseada.es), el Ayuntamiento de Madrid y Madrid Salud vienen trabajando activamente desde hace años con para comprender este fenómeno y diseñar soluciones desde una perspectiva local, comunitaria y participativa. Desde la detección de situaciones de riesgo hasta el impulso de redes vecinales, el enfoque madrileño se alinea con las recomendaciones del CESE y demuestra que es posible construir entornos urbanos más humanos y conectados.
Desde enero de 2021 y hasta inicio del 2025, el Proyecto había involucrado a más de 100.000 personas en actividades de sensibilización y espacios de encuentro que han involucrado también a una amplia red de colaborares y entidades de la ciudad, con el objetivo común de prevenir la soledad no deseada.
Con esta iniciativa, Madrid Salud se suma a un movimiento europeo que busca combatir el aislamiento y fortalecer los vínculos humanos como base de una sociedad más saludable y cohesionada.
0 comentarios