¿Sueles poner filtros en las fotos que subes a redes sociales? ¿Te has planteado por qué necesitas hacer esto? A todas las personas nos gusta poner filtros, o retocar algunas fotos, pero… ¿qué pasa si se aleja demasiado de la realidad?
Las redes sociales digitales tienen varios aspectos positivos, nos informan y nos mantienen conectados a otras personas. En situaciones tan extraordinarias como la que hemos vivido por la pandemia, han sido y son una importante herramienta que nos distrae o nos permite mantener vínculos con las amistades que no podemos ver en persona. Sin embargo, podrían acabar sustituyendo relaciones sociales personales.
En la sociedad en la que vivimos, es muy usual que pasemos largos periodos de tiempo al día conectados a Internet, haciendo uso de espacios virtuales para relacionarnos o para ver cómo se muestran otras personas y podemos dejarnos influenciar.
En los perfiles no nos mostramos como somos habitualmente, sino como nos gustaría que nos vieran. Colgamos fotos y vídeos con todo tipo de filtros, efectos y música y frecuentemente se apoyan estas imágenes con citas de otras personas, no con pensamientos propios. Esperamos con impaciencia los likes y comentarios positivos y llega la decepción si no conseguimos lo esperado.
Para no llegar a estos momentos de frustración, es aconsejable, por tanto, no confundir los contactos en las redes sociales con las amistades reales. Porque como pasa con los actores y actrices, su trabajo es ficción y no realidad. Y las redes sociales, en muchas ocasiones, pueden ser igualmente pantallas donde se trabaja un personaje, no una persona. Las redes son un escaparate, que como en las tienda se expone las mejores galas. Al enfrentarnos al mundo, no hay efectos, ni filtros ni música que maquillen una relación.
Una conversación real es un intercambio de expresiones naturales, de información acompañada por miradas, por silencios, por risas. Y eso es lo que necesitamos poner en práctica de nuevo: la vida real. Porque la naturalidad con la que se iniciaban conversaciones de infancia se ha ido perdiendo con la timidez o inseguridad que propician los cambios hormonales y psicofísicos de la adolescencia y juventud. Ahora lo complicado es dejar de camuflarse en el espacio de confort de una red social digital.
Tener decenas, o cientos, o miles de “me gustas” en las publicaciones en redes sociales no tiene nada que ver con tener amigas y amigos de verdad. Porque amistades verdaderas, de las que te conocen en persona, cómo eres, cómo reaccionas, cómo hablas, cómo te vistes, qué te gusta, qué te disgusta… de esas no suele haber tantas. Y es bueno que las haya, porque esas son las amistades reales, las que nos van a ayudar a pasar malos momentos cuando lleguen y las que van nos van a pedir confianza cuando necesiten nuestro apoyo.
¿Cómo encontrarlas? Bueno, no siempre es fácil, pero ahí están. No necesariamente en el muro de Instagram. En algún momento dado, en algún lugar, llega el momento en que podemos conocer a alguien con quien intuimos que sería fácil congeniar, por su forma de vestir, de hablar, por la música que escucha, por cómo se desenvuelve o cómo trata a las demás personas. ¿Cuál es ese momento? ¿Y ese lugar? Ese espacio está cerca. En nuestro barrio, nuestro distrito, nuestra ciudad hay cientos de puntos de encuentro que propician la relación con otras personas.
De vez en cuando, olvidémonos de los filtros y busquemos la luz natural, como nos recomiendan en este tema de Kanka y Muerdo
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